Poldy Bird
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Esta es mamá, Verónica, mamá que va a redescubrir el universo desde tus ojos nuevecitos. Mamá que te aprieta en sus brazos con un poco de miedo y una emoción tan grande que la hace temblar. Mamá que va a aprender muchas cosas
a tu lado, esas cosas que vas a balbucear con tu hociquito de rosa, esas cosas que vas a señalar con tu índice crédulo, amasado con estrellas y espuma.
Ahora tú eres la brújula que señala el Norte. No hay nada más importante que tú.
Chiquita y hambrienta, ocupas todo el mundo. Donde tú estás no hay lugar para nada más. No hay más aire que tu aliento leve ni más tibieza que la de tu cuerpecito.
No hay más luz que la que encienden tus pupilas cuando abres los ojos. Y tiene tanta fuerza tu minúscula presencia que ha borrado todo lo que estaba atrás.
Ya no hay recuerdos, Verónica, solo cuenta la vida desde que naciste. Enero te trajo en su último día, te trajo acunándote en las casuarinas de plata y verde, te trajo palpitando en el corazón de pájaro que late en el verano.
Fuiste una revelación y una sorpresa, la realización de un largo sueño, de una ansiedad florecida cada día.
Yo te tenía preparado un nombre y una cuna. Hubiera querido tenerte preparado un mundo mucho mejor que este que te ofrezco... un mundo sin envidias, sin guerras, sin rencores; un redondo y luminoso mundo de paz y de trabajo. |
Un mundo de cocuyos brillantes, de globos de colores, de barriletes y ositos de felpa.
Un mundo en el que nunca tuvieras que derramar una lágrima.
Pero, no, no temas, nenita mía. No tengas miedo.
Mamá está aquí, a tu lado. Te tiene fuertemente apretada. Así. Así.
Mamá no sabe cantar, pero te canta.
Mamá te defenderá.
Y si tienes que equivocarte, las equivocaciones te servirán de experiencia.
Y si tienes que sufrir, el sufrimiento te hará fuerte. Y si tienes que llorar –como podrás hacerlo sobre mi pecho siempre pronto para ti–, las lágrimas no serán tan amargas.
Mamá no pudo prepararte un mundo, Verónica, un mundo maravilloso...
pero sí puede prepararte a ti para que sepas ver maravilloso este mundo lleno de defectos que te brinda.
Esta es mamá, Verónica. Mamá, que hasta ayer nomás jugaba un poco a vivir, jugaba un poco a ser mujer.
Mamá, que hasta ayer nomás jugaba a buscarte un nombre, a imaginarte un color de ojos, un color de pelo, hablaba “del hijo que va a venir” sintiendo tu presencia en su cuerpo, pero sin poder armar del todo tu rostro, como un rompecabezas al que le faltan algunos pedazos.
Y te imaginaba como un juguetito, un adorno, una flor... y no sabía todo ese montón de cosas que ahora sabe. No sabía de esas noches custodiando tu cuna como un ángel guardián, oyendo tu respiración, estudiando tus movimientos, palpando tu llanto en su propia carne como algo que duele, que estremece...
brindándose para tu hambre con esa magnífica certeza de que dependes de ella para todo, y con esa sublime emoción de sentir que te nutres de su savia. Eso sí, tendrás que perdonarle a mamá los escarpines celestes, la pelota de colores, un nombre que suplantó por mucho tiempo al tuyo; tendrás que perdonarle un chico llamado Juan Pablo y su trayectoria de niño a hombre imaginada con todos sus pormenores: un tren eléctrico, un barrilete, un cuaderno de versos, un cigarrillo, un vaso de vino, una trasnochada con su ojera azul...
También, y desde ahora, tendrás que empezar a perdonarle los errores que cometa contigo.
Porque mamá te quiere, Verónica, pero hay muchas cosas de ti que ignora, que no sabe.
Mamá quisiera ser sabia, ser adivina, ser un poco Dios... pero tiene que resignarse a su arquitectura llena de defectos y debilidades, tiene que empinarse sobre sus miserias, sobre sus escombros y desangrarse hasta llenarse de luz para que tú la veas, para que tú la ames, para que tú la admires.
Ahora no puedes entender esto porque eres muy chiquita.
Pero mañana crecerás y mamá hará más lento su paso para poder caminar a tu compás y estar siempre a tu lado.
Esta es mamá, Verónica, una mamá que quiere gustarte y hoy, en tu primer mes de vida te dice: Bienvenida. Y gracias, gracias de todo corazón.
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