Dentro del folklore ufológico, se afirma sin disimulos que los pilotos de aviación son testigos privilegiados. Muchos investigadores tienden a no objetar nunca un testimonio de un piloto.
Por ejemplo, tenemos un avistamiento ovni acontecido en las cercanías de la base aérea militar de Manises (Valencia) el 26 de setiembre de 1973, un caso de entre los que el Mando Operativo Aéreo del Ejército del Aire ha mantenido clasificado durante décadas, para su posterior puesta a disposición del público recientemente.
Dos pilotos de la Fuerza Aérea española, volando sobre el Mediterráneo, se acercaban esa noche a Valencia, en un Mirage, cuando vieron un objeto luminoso, a una altura similar a la que volaban, y a una distancia que estimaron en cuatro millas náuticas. La luz, tras seguir en paralelo al avión, cuando éste comenzó a descender para la aproximación a pista, cambió de color y se movió rápidamente, para desaparecer.
Para algunos investigadores, este caso no puede ser explicado. Por ejemplo, WILLY SMITH, coordinador de un proyecto de catalogación de casos denominado UNICAT, considera que por los datos y la fiabilidad de los testigos no es posible una solución «natural».
Sin embargo, resulta paradójico que, aproximadamente en la misma dirección que estaba el ovni, los pilotos deberían haber encontrado a Venus, el astro más brillante de esa noche, que se encontraba a pocos grados por encima del horizonte, y sujeto por lo tanto a alteraciones atmosféricas de brillo y color. Pero estos testigos de alto nivel nunca dijeron algo tan clarificador como «el objeto luminoso aparecía junto al brillante Venus». Para otros investigadores, por lo tanto, la conclusión más razonable es que el ovni fuera precisamente Venus.