Inmaculado Corazón de María
que tuviste que sufrir
el desamparo y la pobreza de Belén.
La búsqueda desesperada
de tu Hijo en Jerusalén.
La espera silenciosa,
del primer milagro de Caná.
La tristeza de tu encuentro,
en el camino del Calvario.
Tu dolor al pié de la cruz
y el tener a tu Hijo entre tus brazos, muerto.
Tu separación cuando lo dejaste en el sepulcro.
Tu espera silenciosa en Pentecostés.
Así se cumplió lo que te dijo
el anciano Simeón el día de la presentación.
Por eso, por todo lo que sufriste yo te digo:
Sagrado corazón de María,
sed la salvación mía.
Elsa Luján Bellotto