DEL GRAN MAESTRE Y OTRAS DIGNIDADES DE LA ORDEN
Las principales dignidades de ella eran la del gran maestre, llamado de ultramar porque su residencia ordinaria fue en Jerusalén mientras estuvo en poder de los cristianos, la del maestre provincial que había en cada uno de los reinos católicos, en los cuales se fueron estableciendo los templarios, la de los preceptores o grandes priores, la de los visitadores y la de los comendadores. El gran maestre de ultramar, jefe supremo y universal de la Orden, cuya autoridad para con sus súbditos llegó a ser casi ilimitada, era considerado como príncipe soberano entre los monarcas y reyes, y llevaba en la mano como distintivo de su alta dignidad el abacus o sea el bastón de mando que se ve en pinturas antiguas de estos caballeros. El extremo superior de este bastón era un pomo blanco, sobre el cual se veía la cruz de la orden en medio de un círculo u orla. La nueva profesión o juramento que prestaban los gran maestres y otras dignidades de la orden al ser promovidos a ellas, puede deducirse de la fórmula que ha llegado a nuestros tiempos, y que proferían los maestres de Portugal.
"Yo N. caballero de la orden del Templo, electo Maestre de los caballeros de Portugal; prometo a mi Señor Jesucristo y a su vicario el romano Pontífice N. y sucesores que en esta dignidad canónicamente entraren, perpetua obediencia y fe que determino guardar para siempre; y juro defender con palabras, armas, fuerzas y vida los misterios de la fe; el Símbolo de los Apóstoles, como el de San Atanasio; los libros del Viejo y Nuevo testamento con las exposiciones de los Santos Padres recibidas por la Iglesia; la unidad de la esencia y pluralidad de personas en la Trinidad Divina; la perpetua virginidad antes del parto, en el parto y después del parto de la Virgen María, hija de Joaquín y Santa Ana, de la tribu de Judá y de la generación del rey David. Ítem. Prometo sujeción al Maestre general de la Orden y obediencia según los estatutos de N. P. San Bernardo; ir a las guerras ultramarinas todas las veces que la necesidad lo pidiere, y dar todo favor contra los príncipes infieles; de nunca estar sin armas y caballo; de no huir a tres infieles enemigos aunque me acometan solo; de no vender ni enajenar bienes de la Orden, ni consentir a otro que los enajene o venda; de guardar castidad perpetuamente; de ser fiel a los reyes de Portugal y no entregar a sus enemigos las ciudades y fortalezas de esta Orden; de no negar socorro a las personas religiosas con palabras, buenas obras y armas etc. En fe y testimonio de lo cual, de mi voluntad propia juro guardar todo esto. Así Dios me ayude y estos santos evangelios".
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