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CRÍMENES QUE ATRIBUÍAN A LOS TEMPLARIOS Y OTROS PROCEDIMIENTOS QUE SE PRACTICARON CONTRA ELLOS
Los delitos de que eran acusados y sobre los cuales se procedía, se leen en algunos autores y en particular en el Directorio que en el mismo año se remitió por el Papa a todos los R. R. obispos de la cristiandad, con la bula que principia: Faciens misericordiam cum servo suo, dada en Poitiers a 10 de agosto en el tercer año del pontificado de Clemente V, que corresponde al de 1308. En ella manifestaba el Papa los mismos delitos que voluntariamente habían confesado los principales jefes y caballeros de la Orden, a saber, el gran maestre de ultramar y de toda la Orden, que entonces lo era Jacobo de Molay, y según otros de Nolay, los comendadores mayores de Francia, Aquitania y Poitiers, junto con otros muchos templarios de distinción. Todos estos fueron examinados por tres cardenales legados de la Santa Sede, pues aunque su Santidad deseaba hacerlo por sí, no pudo verificarlo con motivo de que las enfermedades de algunos de ellos no les permitió ponerse en camino para pasar a Aviñon, entonces corte pontifical. En presencia de los referidos legados y de cuatro escribanos públicos confesaron gravísimos delitos, y pidieron con muchas lágrimas y señales de verdadero dolor y arrepentimiento la absolución de ellos, que les fue concedida.
Mientras tanto pasaba esto en Francia, dispuso S. S. que en los demás reinos cristianos se procediese también a una detenida y formal averiguación contra los templarios de aquellos países, como en efecto se ejecutó, reuniéndose para esto algunos concilios. A fin de que estos pudiesen proceder con mas tino y uniformidad, envió S. S. a cada uno de ellos un interrogatorio que constaba de VI artículos, en los cuales se les hacía los cargos de los principales delitos de que se les acusaba y que se creían comunes a toda la Orden; y para el examen particular de cada templario se remitió al propio tiempo otro interrogatorio separado que constaba de XIV artículos.
Los cargos principales que les hicieron fueron: que los novicios al entrar templarios blasfemaran a Dios, a Cristo a la Virgen María y a los Santos. Que escupían sobre la cruz e imagen de Jesucristo y la pisaban con los pies, afirmando que Cristo había sido falso profeta, y que no había padecido o sido crucificado por la redención del género humano. Que adoraban con culto de latría una cabeza blanca que parecía casi humana, que no había sido de santo alguno, adornada con cabellos negros y encrespados, y con adornos de oro cerca el cuello, y que delante de ella rezaban ciertas oraciones y la ceñían con unos cíngulos, con los cuales ceñían luego su cuerpo como si fueran saludables. Acusaban a los templarios promovidos a las sagradas órdenes, que omitían en la misa las palabras de la consagración. Que los caballeros usaban torpe y nefandamente de los novicios, cometiendo entre sí mil sucias abominaciones. Que bajo juramento prometían no revelar a nadie lo que ejecutaban al alba o al primer crepúsculo de ella, cuyo último cargo cree el cardenal Petra era el más considerable contra los templarios, suponiendo que era muy enorme lo que entonces practicaban.
Sobre estos delitos se fundaba el interrogatorio que de orden de S. S. se remitió a todos los jueces que habían de entender en las causas que se formaron a los templarios, añadiendo a más las siguientes preguntas. Si creían que el maestre de la Orden, que no tenia órdenes sagradas, podía absolver a sus súbditos de sus culpas y pecados por medio del sacramento de la penitencia, y si ejecutaba esto. Si opinaban que aquellas cosas que estaban ocultas en sus estatutos eran injuriosas a la ortodoxa romana iglesia, e incluían crímenes y errores. Si al entrar en la Orden habían jurado solicitar la extensión de ella aun más de lo que fuese lícito, e inducido a que jurasen esto a otros. Si habían adorado con adoración divina un gato, ídolo o simulacro semejante en las grandes asambleas de los freiles, o esperado de él riquezas y abundantes frutos de la tierra, etc. etc.
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