En esta categoría incluimos a los polémicos «contactados», que afirman recibir datos descriptivos de la realidad, proporcionados por agentes no convencionales que se valen de una amplia gama de métodos de comunicación: encuentros persona-a-persona, con figuras antropomórficas que descienden de un ovni, con entidades súbitamente materializadas delante del testigo, por telepatía, a través de un «médium» en estado de trance, por escritura automática, en forma de escritos anónimos recibidos por correo, etcétera. Se trata de un prototipo de contacto aislado, unipersonal y altamente selectivo, ya que los testigos son cuidadosamente elegidos por ciertas cualidades específicas apropiadas para el desempeńo de la extrańa misión que se les encomienda, abundando entre ellos los inadaptados y oligofrénicos, gente inestable y toda suerte de personalidades inestables y de ovejas negras.
Los «hombres-contacto» han florecido en gran escala desde la década de los ańos cincuenta, cuando abrió brecha el muy discutido (casi como todos ellos) George Adamski. Su número es mucho mayor de lo que se cree: los investigadores Don Elkins y Carla Rueckert han estudiado más de dos mil casos, el francés Jean-Pierre Troadec doscientos setenta y la Universarium Foundation de Portland (Oregón) insinúa que la nómina mundial asciende a doce mil. El volumen de información transvasada vía «contactados» es verdaderamente inmenso; calculamos que se han publicado más de doscientas mil páginas -la mayoría de ellas en lengua inglesa- sobre los temas más variados: Dios, la naturaleza del universo, las leyes naturales que rigen el cosmos, el comportamiento moral, la historia de la Creación y del planeta Tierra, la vida de Jesús, los rasgos de las civilizaciones en otros astros y niveles de existencia, el catastrofismo que nos espera de aquí al ańo dos mil y otras muchas cuestiones científicas que van desde la astrofísica a la estructura económica y la sociología; millones de palabras supuestamente reveladas que constituyen un masivo depósito de información, tal vez de insospechado valor, a la espera de que a la ciencia oficial se le ocurra someterlo a un metódico análisis.
La literatura «contactada» no es ciertamente fácil, y antes que nada hay que aprender a leerla. Sus textos no son lineales ni cartesianos, pues junto a enunciados sensatos, que pretenden explicar la realidad objetiva, aparecen premeditadamente mezclados «gazapos» que consisten en burdas falsedades, indicaciones absurdas, ridículas y contradictorias, elementos éstos infiltrados con ánimo de desprestigio, para que resulte intrincada la tarea de separar el trigo de la cizańa, el ruido de fondo o cortina de humo para despistar a los no avisados y estimular el escepticismo en el grueso de la población. Obviamente esta nueva revelación de la era atómica no va destinada a las masas, sino que con ella se intenta influir selectivamente, en un reducido núcleo de personas preparadas para asimilarla y que saben «de qué va la cosa», sin afectar las creencias del resto de la comunidad.
El «contactismo» no es más que una técnica, de lo más sutil y refinada, para comunicar nuevos conceptos, heterodoxos y subversivos para el status quo, de tal modo que sólo los capten los que son aptos para utilizarlos constructivamente y, al mismo tiempo, que el hombre de la calle saque la opinión de que se trata de los insensatos, un puńado de inofensivos charlatanes y desequilibrados. Es una sutil estratagema para insuflar la verdad a los pocos que se la merecen, sin efectos colaterales que trastornen a los que no se interesen por ella. Aunque, a la larga, el resultado acumulativo sobre el colectivo humano de los millares de contactados puede ser considerable y hacer las veces de una lenta separación para culminar finalmente en el contacto abierto.
La pareja formada por Don Elkins y Carla Rueckert ha elaborado una brillante monografía sobre los «contactados», publicada bajo el título de: «Secrets of the UFO», que de paso es uno de los estudios más exahustivos, interesantes y reveladores de toda la literatura ufológica.