Esta es sin duda la más popular de las justificaciones a la incansable presencia de los ovnis en nuestra atmósfera. También es la que más adeptos ha conseguido en la comunidad científica y entre el cuerpo de ufólogos «profesionales». Presupone que estamos ante navíos no terráqueos, construidos por seres inteligentes comparables al Homo Sapiens, aunque tal vez mucho más avanzados en ingeniería, mecánica y psicología que nosotros. Residen en planetas y satélites de naturaleza asimilable a la de la Tierra. Tanto «ellos» como sus «mansiones y moradas» estarían compuestos de materia ordinaria perceptible a los sentidos humanos; es decir, su estructura atómica y molecular sería sólida, física y estrictamente tridimensional.
Para llegar hasta el sistema solar desde remotas regiones del universo, habrían tenido que cruzar vastos abismos siderales y para vencer tan inmensas distancias necesariamente habrán desarrollado dispositivos de desplazamiento espacial de gran eficiencia técnica. Es de suponer que hayan superado, de forma que no podamos ni imaginar, el callejón sin salida de la inviabilidad de velocidades superiores a la de la luz, postulado básico, como se sabe, de la teoría de la relatividad de Albert Einstein.
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Hipótesis marciana: Los platillos se acercan desde el vecino planeta de la guerra. Por razones de economía universal -dicen Antonio Ribera, Manuel Pedrajo y L.Taylor Hanson- las oleadas de ovnis debieran registrarse en las fechas de las oposiciones de Marte, en ciclos de veintiseis meses, cuando el astro rojo se encuentra a una distancia mínima. Pero la experiencia a lo largo de los últimos cuarenta ańos no parece corroborar el supuesto de la invasión bienal de discos voladores.
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Alternativa venusina: Son varios los que seńalan que podrían provenir de Venus, entre otros el astrónomo Eloy Ortega. En los días próximos a la conjunción de este planeta con la Tierra y el Sol, los platillos volantes reaparecen sobre los cielos de casi todos los continentes.
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Cinturón de asteroides: Por lo que afirman al menos media docena de «contactados», esta aglomeración de trozos de roca entre Marte y Júpiter es el residuo de la explosión del planeta «Maldek», que resultó destruido como resultado final de una contienda con armas de gran poder destructivo. Este conflicto se produjo después de atravesar un período de decadencia y negatividad generalizadas, parecido al que sufre ahora la Tierra. Una porción de los habitantes de Maldek, previendo el fin catastrófico de su planeta, emigró en sofisticados vehículos aeroespaciales y se estableció entre nosotros.
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Los tres «de la cola»: Los «contactados» insisten uno detrás de otro en que los ovnis nos abordan desde Ganímedes, satélite de Júpiter, que, según los astrofísicos, denota unas aparentes condiciones de habitabilidad comparables a las terrestres. Muchísimos contactados aseguran que nuestro sistema no cuenta con nueve sino con doce planetas. Algunos ovnis comparecen en nuestros cielo desde el trío planetario que está aún por descubrir, y tal vez sea debido a que no se trata de astros compactos ordinarios, sino de planetas «etéricos», submateriales, invisibles al ojo de los mortales.
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Otros sistemas estelares: Francisco Donis y otros seguidores opinan que los platillos volantes vienen desde Alfa Centauri y Próxima del Centauro. Duncan Lunan, científico escocés, supone que son sondas espaciales lanzadas hace trece mil ańos por los pobladores de un astro moribundo, en la región de Epsilon Bootis. La secuestrada Betty Hill, que fue trasladada a un ovni en 1961, cree que provienen de Zeta Retículi. Robert K.G.Temple asegura que su origen es un planeta perteneciente al sistema estelar binario de Sirio, cuyos pobladores los Nommos arribaron hace más de cinco mil ańos a lo que hoy es Libia. Allí -según ellos se mezclaron con los Dogon (tribu que perdura en Mali, al sur del Sahara), fundando una notable civilización que influyó profundamente en el nacimiento y desarrollo de las culturas sumeria y egipcia.
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