Luces en el cielo; naves moviéndose a velocidades increíbles o realizando maniobras imposibles físicamente (como girar en ángulo recto sin decelerar); naves con formas múltiples (platos, cilindros, esferas, en forma de puro...), tripulantes que se divisan a través de ventanillas en esas naves, o que descienden: altos y delgados, con túnicas, bajos y cabezones, seres de luz u homínidos grises; círculos de cereal apisonados durante la noche; personas que contactan a través de la ouija o por telepatía con habitantes de otros mundos; mensajes que hablan del fin del mundo o de la salvación; personas que dicen haber sido secuestradas para ser sometidas a exploraciones médicas o experimentos genéticos a mano de seres no humanos; restos de la antigüedad que habrían sido realizados con ayuda de los hermanos del espacio; conspiraciones entre los gobiernos y los militares con potencias de otros mundos...
Todo esto es sólo una pequeña muestra de lo que normalmente se encasilla dentro del fenómeno ovni. Si fuera cierto, estaríamos ante el mayor fiasco científico de la historia: un fenómeno nuevo e inexplicable con implicaciones al más alto nivel. Pero, antes de correr y abrazar este mito, ¿es irrazonable exigir alguna prueba fiable?
Incluso los creyentes en los platillos volantes admiten que la gran mayoría de los ovnis tienen una explicación razonable. Más aún, en estos cincuenta años de folklore ufológico, no ha aparecido una prueba positiva de que todo esto sea cierto. A pesar de ello, los ovnis tienen una gran popularidad. Algo parecido a lo que sucedió en el cambio de siglo pasado con el espiritismo y la teosofía: los médiums, las sesiones y las apariciones de seres inmateriales alcanzaron una gran popularidad, e incluso se intentaron estudiar científicamente. Tras cien años de infructuosos experimentos, muy pocos se creen que en este fenómeno haya nada nuevo para la ciencia. La pregunta es si deberemos esperar cien años para que los ovnis se pasen de moda.
Un aspecto importante de la mitología ovni, que suele ser olvidado por los ufólogos, es la vinculación de su nacimiento a la guerra fría en la Norteamérica de los años 50. En esa época, comienza a existir una cierta histeria de masas sobre la posibilidad de que los soviéticos dispongan de la bomba atómica y puedan invadir el espacio aéreo estadounidense para lanzarla.
Esto hizo que, desde el principio, los militares mostraran mucho interés sobre el tema: una de las posibles causas de los avistamientos ovnis que intentaban dilucidar era si se trataban de artefactos soviéticos. Por ello, se formaron grupos de trabajo científicos que investigaron el tema. A comienzos de los años cincuenta se formó la Comisión Robertson, incluyendo a científicos como el mismo ROBERTSON o LUIS WALTER ÁLVAREZ, quienes tras examinar los casos ovni de los archivos de la fuerza aérea concluyeron: «la evidencia presentada sobre ovnis no muestra indicación alguna de que el fenómeno constituya una amenaza física para la seguridad nacional».
Otros estudios, como el informe Condon, de la Universidad de Colorado, o el Proyecto Libro Azul, de las Fuerzas Aéreas, realizados entre los años 50 y 60 llegaron a la misma conclusión. Y de hecho, los archivos militares sobre el tema, hasta entonces considerados como alto secreto, fueron posteriormente desclasificados.
Algo similar está realizando estos últimos años el Mando Operativo Aéreo Español con los casos de avistamientos en nuestro país. Aunque bastante más tarde, la reacción de los ufólogos españoles está siendo similar a la de los norteamericanos de hace dos decenios: aunque la evidencia militar pone de manifiesto que no hay bases para creer que el tema ovni tiene importancia, los investigadores acusan a los militares de ocultar las pruebas y tergiversarlas. Claro que para ello nunca aportan ninguna prueba fiable...