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De: Lina1 (Mensaje original) |
Enviado: 20/07/2010 13:21 |
20 de julio de 2010, 11h34 |
Mami... ¿es que somos pobres?
Por Carlos Salas
Muchos padres se encuentran con esa pregunta sin previo aviso. Sus hijos ven nuevas situaciones, caras serias, escuchan conversaciones perdidas y un día preguntan si son pobres. Buena excusa para implicarles en la economía.
Esa misma pregunta se la hizo mi hija a mi esposa hace mucho tiempo, cuando era una niña de ocho años. Fueron juntas al cajero automático, y la máquina no expulsó dinero. Mi hija se quedó con la boca abierta y preguntó. "Mami, ¿es que somos pobres?"
Entonces fue motivo de risa. Hoy es una realidad en muchas familias, aunque es una excusa que puede servir para hablar de economía.
La verdad es que en los últimos tiempos ha cambiado bastante la relación de los niños con el dinero. Antes, iban de la mano de los padres al banco y allí se hacían las transacciones. Era algo más oficial, porque hacíamos cola, hablábamos con los banqueros y siempre teníamos tiempo para resoplar y comentar lo duro que es ganar dinero.
El dinero brota de un cajero Ahora no entramos casi nunca en los bancos o en las cajas sino que apretamos unos botones mágicos y sale dinero. Los niños piensan que eso es tan fácil como respirar, y creen que el dinero sale de la boca de una máquina siempre que se necesite. Eso ha contribuido a crear en ellos la cultura de que el dinero no implica esfuerzo.
Una de las primeras costumbres que debe establecer una familia es la de abrir cartillas de ahorro a los niños. A mí me la abrieron cuando era muy pequeño, y desde entonces comprendí que yo también tenía unos ingresos, y unos gastos, y que si los primeros eran superiores a los segundos, entonces, mi cartilla iba acumulando dinero.
Una buena idea: el cásico cerdito La hucha también contribuyó a formar esta idea, de modo que todos los niños como yo, que iban depositando sus aguinaldos en el cerdito, se acostumbraban a manejar el mundo del dinero.
¿Y si somos más pobres? Es algo que hay que explicar a los niños con mucha tranquilidad, pero también con mucha seriedad. Pero no debe quedar ahí. Una de las formas de que los pequeños se impliquen en la economía doméstica es premiarles cuando contribuyan a reducir los gastos de la casa. Apagando luces u ordenadores, ahorrando agua, echando la ropa a lavar cuando realmente lo requiera, poniendo el lavaplatos cuando esté completo, o comprando menos caprichos.
Para niños y adolescentes: premio por ahorrar No solo con los niños sino con los adolescentes. El mayor gasto de una familia se produce cuando hay hijos adolescentes. Los móviles, la gasolina del coche, la ropa, el botellón, las duchas interminables. El método es el mismo: consiste en enseñarles el estado de ingresos y gastos, poner un límite, pero premiarles en caso de que esas facturas se hayan reducido considerablemente: "Si no quieres que te reduzca la paga, llama menos por teléfono."
Los jóvenes deben saber lo que cuesta cada una de las comodidades domésticas, desde el agua a la luz, desde los teléfonos hasta la gasolina. Y la hipoteca, por supuesto. Cuando las cuentas están en rojo, no hay que ocultarlas, sino mostrárselas. La inmensa mayoría de las familias ha sufrido en los últimos dos años una pronunciada caída de los ingresos a la que debe responder toda la familia con el mismo esfuerzo.
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