En el polo sur vivía una pareja de pingüinos que no podía tener pingüinitos, por lo que el macho (por órden de su esposa) viajó a Sudamérica en busca de adoptar una cría. El viaje fue largo y no tuvo suerte en la Patagonia así es que se vino a Santiago donde lo único que pudo hacer fue robarse un huevo de gallina. De regreso al Polo, en casa, entregó el huevo a su señora diciéndole que iban a ser padres de un futuro pollito. La pingüina dijo que no le interesaba lo que fuera, que lo cuidaría y amaría como a un hijo, y se sentó sobre el huevo para empollarlo. Luego de unos días, CRAC, el huevo se rompió y salió el pollito, quien miró a su alrededor y dijo: PU PU A lo que la nueva madre respondió con mucho cariño: No, hijito, tu debes decir: PÍO PÍO PU PU No, hijito, tú debes decir: PÍO PÍO Y el pollito volvió a decir: ¡¡¡ PU PU..... PU PU PU..... PUTA QUE HACE FRÍO !!! |