Ánimo | 5282
lecturas
Micaela, una niña de ocho años oyó a sus
padres
decir que su hermanito Andrés estaba muy
enfermo
y que ellos no tenían el dinero necesario
para pagar
la operación que podría salvar su vida.
«Sólo un milagro puede salvarlo», les oyó
decir.
Micaela, fue a su habitación y
sacó
de un frasco todos sus ahorros.
Vació el contenido y con todas las monedas
que tenía fue a la farmacia.
Esperó con paciencia al farmacéutico que
estaba
muy ocupado hablando con otro
hombre.
Por fin, molesto, le
preguntó.
- ¿Qué necesitas? - Estoy conversando
con mi hermano que vino de Chicago y
al que no he visto en mucho
tiempo
– añadió, sin esperar que la niña
respondiera su pregunta.
- Es por mi hermano, dijo la niña
- está muy enfermo y quiero
comprarle un milagro.- ¿Cómo? -
preguntó el
boticario.-
Se llama Andrés y tiene algo
muy
malo que le está creciendo dentro de la
cabeza.
Dice mi papá que sólo un milagro le puede
salvar.
¿Cuánto cuesta un milagro?
- Aquí no
vendemos milagros, lo siento,
pero no puedo ayudarte -
contestó éste, con un nudo en la
garganta.
- Mire, tengo dinero para pagarlo.
Si no es suficiente, conseguiré lo que
falte.
Dígame cuánto cuesta.
El hermano del farmacéutico era un hombre
muy elegante.
Se inclinó, y preguntó a la
niña:
- ¿Qué clase de milagro necesita tu
hermano?-
No sé, respondió Micaela,
mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
Lo que sé, es que está muy enfermo y dice
mamá
que necesita una operación,
pero como mi papá no puede pagarla,
quiero hacerlo yo con mi
dinero.
- ¿Cuánto tienes? -
preguntó el señor que venía de
Chicago.
- Un dólar y once centavos -
respondió Micaela con voz apenas audible.
Es todo lo que tengo, pero si hace falta,
puedo conseguir más.
- ¡Qué casualidad! -
dijo sonriendo, un dólar y once centavos
es justo
lo que cuesta un milagro para tu
hermanito.
Seguidamente, el hombre recogió el dinero
en una mano y con la otra tomó
la mano de la niña y le
dijo:
- Llévame a tu casa. Quiero ver a tu
hermano y conocer
a tus padres, para ver si tengo la clase
de milagro que necesitas.
Aquel hombre bien vestido era el Dr.
Armstrong,
especialista en neurocirugía,
quien realizó la delicada operación.
Al poco tiempo, Andrés se había
restablecido totalmente.
La madre emocionada comentó:
Esta operación fue un
milagro.
¿Cuánto habrá costado? Micaela sonrió.
Sabía exactamente cuánto costaba un
milagro:
un dólar y once centavos...
Cuando
Jesús les dijo a sus apóstoles
que deberíamos ser como
niños,
se refería a la FE que debemos tener
para alcanzar las metas
inalcanzables.
“Micaela es un gran ejemplo,
ella salió de su casa convencida
de conseguir el milagro para su
hermano,
sólo porque en su Fe e inocencia estaba
el verdadero amor de Dios”
Bendiciones!!!
Alex
& Odris