No
son más silenciosos los espejos ni más furtiva el alba aventurera; eres,
bajo la luna, esa pantera que nos es dado divisar de lejos. Por obra
indescifrable de un decreto divino, te buscamos vanamente; más remoto
que el Ganges y el poniente, tuya es la soledad, tuyo el secreto. Tu lomo
condesciende a la morosa caricia de mi mano. Has admitido, desde esa
eternidad que ya es olvido, el amor de la mano recelosa. En otro tiempo
estás. Eres el dueño de un ámbito cerrado como un sueño.