Una de las formas más devastadoras para
anular
nuestra personalidad es andar por la
vida
pidiendo Perdón a cada momento.
Perdón porque nos equivocamos,
perdón porque no somos lo que los demás
quieren,
perdón por amar, perdón por llorar,
perdón por estar con exceso de
peso,
perdón por cuidarnos, perdón por el perdón
mismo.
Cuando vivimos
nuestra vida
con el perdón en
la boca, lo único que estamos
haciendo es tener
una excusa a flor de piel;
una justificación
por lo que no alcanzamos,
y nos quedamos
carentes de poder personal;
porque no asumimos
nuestro compromiso
con la vida que
tenemos.
¿Por qué pedir perdón sólo por pensar
diferente?
¿Por qué pedir perdón por expresar
nuestras emociones?
Vivir pidiendo
perdón es vivir negándonos
el derecho de
ser quienes somos.
Es priorizar el ser
de los demás en detrimento del propio;
es rechazarnos
sistemáticamente.
Y muchas veces es sólo una defensa
para seguir haciendo lo mismo, una y otra
vez.
¿Por qué
pides perdón? ¿Por qué no aceptas quién
eres?
¿Deberías ser lo que los demás dicen? ¿Para
qué?
Las mujeres que cotidianamente piden perdón,
lo hacen desde su desvalorización,
desde sus creencias limitantes que le enseñan
a que sus derechos no son importantes,
y que entre elegir a otros o así
misma
es de buena educación, elegir al otro.
Sin embargo, esta postura sólo nos retrotrae y
angustia;
nos hace descender en la escala de logros
personales,
y nos convertimos en dependientes
oficiales.
¿Para qué
pedir perdón?
¿Para qué
andar por la vida pidiendo ser excusadas?
¿Por qué creemos que lo que hacemos o somos
requiere una excepción?
¿Qué logramos con todo esto?
¿Reconocimiento? ¿Que nos digan que somos buenas?
¿Qué nos aprueben? ¿Qué no dejen de
querernos?
Sea por lo que sea que lo hagas,
la única perjudicada eres tú;
por eso cada vez que lo hagas,
repite con amor “cancelado” y aprende a
valorar
el maravilloso ser que hay en ti.
Tú tienes luz, inmensa y brillante;
sólo debes aprender a mirarla, y no a
temerla.
© Autor: Chuchi
González.
Bendiciones!!!