Esa campiña perdida
entre las ruinas romanas,
esas noches escondidas
detrás de la gran muralla.
Necedad de los hombres
que se apiñan y acomodan
en torres verticales,
por llegar tan alto
el cielo quieren coger
pisando lo que hay debajo:
belleza, bondad y placer.
En la campiña perdida
se esconde el gran saber
¡pero la muralla rodea
la luz que hay que ver!
Necedad del soberbio
que por mirar por encima
¡no sabe que es un consejo,
ni si existe la encina!
En la verde campiña
las ruinas romanas
siguen estando,
¡nadie las mira…
ninguna ruina puede dar algo!
Necedad del que cree
que su tarjeta oro
compra las puertas:
del saber, del ser,
o de la humanidad ya muerta.
En la campiña perdida
entre las ruinas romana
existe una senda
que lleva a un puente
a la raza humana.
Necedad de los hipócritas
que se dirigen a los pobres
diciendo bonitas frases,
olvidando en sus discursos:
¡que ellos si comen!
En la campiña perdida
entre las ruinas romanas
ya se ve la luz del día
entre la gran muralla.
¡Necios de los países ricos
no esperéis al mañana.
Pensar en el hoy del niño
que llora tras la ventana!
En la verde campiña,
en las ruinas romanas
detrás de la luz del sol
que llega cada mañana,
existe una reflexión
escrita en la alta muralla:
¡Aun tienes tiempo, hombre,
para rectificar tu desgana!