Lunas de cereza
En vez de estar sentado junto a la mesa, para escribir los versos que alguien me dicta, camino por las calles con la tristeza de perder la palabra con que se expresa la voz espiritual, dulce, inaudita, al no poder llegar hasta mi pieza para cumplir con la divina cita bajo un candil de lunas de cereza.
Un florecer de rimas en mi cabeza cuando esa luz mental suave me invita, y escapo de la tierra con la presteza de su vibrante astral que me embelesa hasta el ignoto mundo donde habita, y sin lograrlo todo lo que confiesa, siento que suavemente me musita: Con lápiz y papel... ¡Vamos...! ¡Empieza...!
¿Empieza qué?. Si la palabra presa se esfuma entre la niebla de la grita, igual que aquél que en catedrales reza dejando tras la puerta su pureza y a un Cristo solitario que medita. Sin embargo, yo aún busco la belleza, cuando a mi mente con su rayo incita la transparencia que hasta mi regresa.
No sé desde que mundo aquella fuerza su alma a la mía con su amor transita, y con pálidas manos nunca cesa de buscar en las mías la promesa de la palabra que no fuera escrita. Sólo sé, que hay un aura que me apresa, sin crujidos de lozas en su cripta ni aterradores espectros de sorpresa.
No está la mano descarnada y tiesa en la tremenda rigidez maldita, ni el cuerpo denunciando la flaqueza en tétricos colgajos que condensa la existencia fugaz que me concita. ¡No...!, de ella partió la única riqueza y en su descenso terrenal me invita al rito universal con su grandeza.
No sé en que tumba temporal impresa quedó la fecha del final descripta y al levantar de allí, me busca obsesa, solícita y tenaz, cual si posesa del fuego sideral donde palpita, por extrañas galaxias atraviesa para iluminarme su razón bendita bajo un candil de lunas de cereza.
Audroc
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