La tecnología nos ha facilitado el contacto unos con otros,
incluso con personas a miles de kilómetros.
Gracias a internet,
algunos incluso contamos con
“cientos de amigos confirmados”.
Pero más allá de eso,
no permitamos que la tecnología
enfríe nuestra manera de relacionarnos.
Las palabras cara a cara,
las miradas a los ojos y los abrazos
tienen algo especial que no debemos perder.
Cada día que pasa estamos adentrándonos
a una nueva forma de relacionarnos:
la virtualidad, la eventualidad o la posibilidad.
Tres palabras a las que asociamos con una predicción futura;
un “después”, un “tal vez” con oportunidad de encuentro;
pero que básicamente supone la búsqueda sin sentido,
en el querer encontrar para desencontrarnos,
en el pretender relacionarnos para no involucrarnos,
en el anhelar un par para seguir siendo un non.
Hoy tenemos un gran abanico de propuestas
para conocer a otras personas: bares, restaurantes,
fiestas en casas de amigos,
reuniones del trabajo, citas a ciegas,
encuentros cibernéticos, twitter,
facebook, chat, móviles, web de citas,
avisos clasificados, gimnasio, etc.
Los solteros se sumergen a las diferentes
modalidades con gusto y placer,
sin importar las edades, profesiones,
nacionalidades, sexo, ni religiones;
parece que todos los humanos buscamos lo mismo,
el amor, la compañía, el compartir,
el vivirnos con otros, el sociabilizar,
tener una acción común, identificarnos.
Buscamos príncipes azules, reinas, sapos,
princesas, hombres fieles, mujeres poderosas,
súper héroes, mujeres maravillas,
sea lo que sea, buscamos.
Pero, ¿qué sucede en el camino?
Nos mostramos, nos damos a conocer,
y nos quedamos a medias.
Puedo asegurarles que mi agenda
está plagada de promesas de cafés, cines, o comidas.
Pero quedan en sólo en eso: promesas.
Independientemente de lo que debería suceder,
la oferta está dada y aceptada; pero
¿por qué no se concreta?
¿Por qué ninguno de esos supuestos galanes llama?
¿Por qué nadie corre riesgos?
¿Por qué se lanzan al galanteo y se quedan en la nada?
¿Será que estamos entrando en una nueva era,
en la que el contacto con el otro es sólo un contacto telefónico?
¿Será que las soledades urbanas constituyen
la justificación perfecta para el no-tacto?
O ¿Tal vez, el miedo a sentir nos lleva a cubrirnos de claves,
apodos y usuarios?
Acumulo números, nombres, historias.
Tú acumulas promesas, llamadas, correos.
Acumulamos montañas de fantasías encerradas
o separadas por distancias más distantes que las geográficas.
No nos involucramos, no intercambiamos piel,
sentidos, momentos de a dos, presencias presente.
Nos refugiamos en el abundante tráfico,
en el exceso de trabajo, en el mañana, quizás y postergamos.
Las nuevas formas de relacionarnos con los demás,
parece que están vinculadas con la problemática
que el amor acarrea: el amor está en todas partes,
pero nadie lo siente.
Relacionarnos para no encontrarnos
me parece de carente de sentido.
Yo quiero vibrar, andar, saltar, volver,
mirar, cantar, gritar.
Sentir fluir mi sangre por las venas,
aventurarme al encuentro de quedar
tentada por la curiosidad de conocer otro mundo,
y simplemente gozar.
¿Y tú?
© Autor: Chuchi González.
Bendiciones!!!
Alex & Odris