El secreto de la felicidad no está
en obtener lo que anhelamos,
sino en amar lo que tenemos.
No en lo que pedimos a la vida,
sino en lo que ésta nos otorga.
Es la dicha escondida de agradecer al mundo
todo lo simple y lo maravilloso que éste nos ha dado.
Reconocer lo grande y lo pequeño,
lo fugaz y lo perdurable.
No lo mucho, sino lo esencial.
No lo tanto, sino lo maravilloso.
Te sentirás pobre no por lo poco que tengas,
sino por lo mucho que esperes y exijas a la vida.
Entre más ambicionamos más pobres seremos,
pues no todas las cosas fueron hechas para uno.
La riqueza verdadera está en reconocer y valorar
lo poco y lo dulce que la existencia nos otorgue.
Agradece, por tanto, todos los instantes de tu vida.
Puedes poseerlo todo con la sabiduría del corazón.
La riqueza del humano está en lo que ama.
El mayor tesoro es el que está en nuestro corazón.
La fortuna de tus profundidades
nadie puede robarlas ni comprarlas.
Agradece la dicha de ver un amanecer,
pues un día ya no lo verás.
Da gracias al padre por el amor que encontraste,
pues mañana ya no lo tendrás.
El canto de las aves, el verdor de los montes,
la risa de un niño, la luz de los ojos amados.
Porque será lo único que te quede al final de los días.
Conoce la dicha de agradecer lo bello
que te dio el destino.
(Desconosco al Autor)