A menudo, la gente confunde los platillos con la posibilidad de vida extraterrestre. Se suele creer que, siendo el Universo tan grande, afirmar que los terráqueos somos los únicos habitantes del mismo es algo entre el chauvinismo y la cerrazón mental. Sin embargo, el que haya o no vida en otros mundos es un debate muy diferente del que plantea la afirmación de los ufólogos de que nos visitan naves en la Tierra.
Evidentemente, si alguien aportara la prueba de que un ovni tiene origen extraterrestre, habríamos solucionado el enigma de si estamos solos en el Cosmos. Pero esto no ha sucedido hasta la fecha, y todo indica que el fenómeno ovni nada tiene que ver con este enigma. Así, no es extraño que los científicos planteen su búsqueda en territorios menos folkloristas y más reales.
Tras la efervescencia pública de los programas de SETI (Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre) promovidos por la NASA o por organizaciones como la Sociedad Planetaria de CARL SAGAN, FRANK DRAKE y STEVEN SPIELBERG, que plantean la búsqueda en ondas de radio de mensajes emitidos por civilizaciones extrasolares tecnológicas, se ha abierto recientemente una fructífera línea de investigación en Astronomía: la búsqueda de planetas en torno a otras estrellas.
Una salvedad importante: aunque la vida tal como la conocemos en la Tierra necesita de un planeta sólido con presencia de agua y atmósfera, nadie sabe si estos condicionamientos son universales. De igual manera, tampoco se puede saber si en los planetas que se descubran se habrá dado el cúmulo de sucesos (desconocido por el momento para la ciencia) que propicie la aparición de la vida, por no hablar de vida inteligente y tecnológica.
En cualquier caso, durante los últimos meses se está asistiendo al descubrimiento evidencial de la existencia de planetas en torno a otras estrellas. Aunque no se han observado directamente (hay que tener en cuenta que un planeta como la Tierra emite menos de una millonésima parte de la luz del Sol, por lo que a distancias de varios años luz sería casi imposible fotografiarnos), se han encontrado pruebas de la presencia de planetas en torno a algunas estrellas, como 51 Pegasi, 70 Virginis o 47 Ursae Majoris.
Los astrónomos pueden detectar los cíclicos movimientos que una estrella realiza debido a la atracción gravitatoria de sus planetas: nuestro Sol se mueve también debido a la atracción de los planetas, aunque en el caso solar casi todo se lo lleva Júpiter, el planeta gigante que reúne casi toda la masa planetaria de nuestro sistema.
Recientemente se han reunido en Toledo astrofísicos de varios países para poner en marcha proyectos de investigación en el infrarrojo que permitan detectar la débil emisión de planetas orbitando en torno a otras estrellas, usando un telescopio infrarrojo interferométrico montado en un satélite. Estos proyectos, Oases de la NASA y Darwin de científicos europeos que buscan el apoyo de la Agencia Espacial Europea (ESA), podrían no sólo obtener imágenes de los planetas, sino -y sobre todo- recopilar datos sobre su atmósfera, para determinar la posible existencia de agua, ozono o dióxido de carbono. Su objetivo serían las más de cien estrellas similares a nuestro Sol que están dentro de una esfera de unos 40 años luz desde la Tierra, accesibles a este futuro instrumento.
Esta búsqueda de territorios extraterrestres que podrían ser adecuados para la vida es sin duda más sosegada y paciente que las afirmaciones de quienes creen que somos visitados por extraterrestres desde siempre, o al menos desde hace unos decenios. Pero sobre todo es bastante más seria, y con posibilidades de permitir un avance en el conocimiento, algo que tantos años de ufología no ha conseguido en lo más mínimo.
«