Pero Hohman y Jackson no acababan de encontrar el hipnólogo adecuado y así fueron pasando los meses. Ya en Febrero de 1962 Betty y Barney iniciaron una serie de viajes al lugar del incidente. Fueron meses de peregrinaje. Al principio iban dos o tres veces al mes e inspeccionaban el lugar de los hechos, intentaban recordar... Pero el éxito fue casi nulo y posteriormente fueron espaciando los viajes.
Como era de esperar, los Hill iban siendo víctimas de la creciente tensión que en ellos generaba el incidente. Tenían una historia inacabada que no podían dejar a un lado; no podían ya limitarse a olvidar. Así, ambos fueron generando un estado de angustia que, a Barney, le provocó una hipertensión y serios trastornos estomacales que degeneraron en úlcera de duodeno. Empezaron a salirle también una serie de verrugas en la zona de la ingle, que formaban un círculo casi perfecto. Todo esto llevó a Barney a la consulta de un médico, el doctor Patrick J. Quirke. Pero éste, aun conociendo el incidente que los Hill habían vivido en Indian Head, recomendó dejar para más adelante las sesiones de hipnosis regresiva que Barney le pedía.
Pero Barney no mejoraba; por el contrario, su tensión era más alta, cosa que esta vez él atribuyó a su trabajo nocturno y ala ausencia de sus hijos, que vivían ahora en Filadelfia. El mismo doctor Quirke le recomendó que visitara a un psiquiatra amigo –Duncan Stephens– que vivía cerca de Portsmouth. Y así lo hizo Barney en el verano de 1962. Pero esta vez Barney nada dijo del incidente de Indian Head; se limitó a narrar sus problemas emocionales y sociales. De manera que el doctor Stephens dirigió su atención a los conflictos que en su nińez y juventud había tenido que vivir Barney debido al color negro de su piel. Y también a los que había generado el que hubiera tomado a una blanca por esposa. Y cuando, meses después de esa terapia, Barney le habló del incidente de Indian Head, que le seguía atormentando, el doctor Stephens lo consideró secundario, algo casi anecdótico dentro de la terapia.