No dejes quieta la inquietud de pronunciarme, vuelca la sangre en el vuelco de mi alma, sube mi falda con el fuego de tu hambre y al susurrarme, que la pasión nos arda.
No esperes que la espera sufra desespero, pellizcame muy lento con la saliva de tu boca, arráncale las hojas al libro que no entendemos para saciar el sabernos con el verso que provoca.
No cierres los ojos de la vid de tus venas, deslízate y que sea el amor quien se exprese mordisqueando mi fiebre que por ti se enferma deseando tu esperma sea quien la sede.
No encarceles los pinceles de mi deseo dales el vuelo que tus manos custodian desrizando la memoria para peinarla de nuevo con el alma en fuego y la lengua en gloria.
No permitas permisos ni promesas adelantadas, démosle alas a la improvisada aventura, deslízame la luna cuando la cremallera baja y la libido nos haga sobrepasar su altura.