Hoy ví que vendían flores en los puestos a la entrada del cementerio. Siempre están allí, pero hoy los ví.
Triste el destino de las flores detenidas en el tiempo, esperando ser decorado del alguna tumba. Alguien llorará irremediablemente e intentará mentirse un poco a sí mismo sobre la ausencia irreversible con el color de las flores que también agonizan.
Me imaginé rescantando tan bellas creaciones de la naturaleza. Me imaginé comprando los puestos enteros, para que pudieran escapar de tan siniestro contexto. Se me antojó que las flores desearían ser obsequio romántico, propuesta erótica, tributo a la vida, centro de mesa, señalador disecado para libros...
Claro, después pensé que todo era una tontería. Las flores no sienten. O si sienten, no me avisaron. Lo que me molesta es el culto a la muerte.