de ser todos iguales, infieles y cretinos por igual…
Pero confesémoslo:
a veces nosotras también podemos ser malas, muy malas.
Tal vez no deberíamos de buscar tantas
culpas en los demás y reconocer que
tenemos parte tanto en lo que
sale bien como lo que no.
Porque somos mujeres, dirigimos nuestras vidas,
tomamos decisiones no se nos lleva el viento,
nosotras dirigimos nuestras vidas.
Las mujeres somos terribles, o ¿no?;
eso que dicen que “para un hombre no hay
nada mejor que otro hombre”
para nosotras… “no hay nada mejor
que nosotras mismas”;
somos inquisitivas, quejosas,
volátiles y hormonales.
¡Y ni hablar cuando mentruamos,
estamos embarazadas o entramos a la menopausia!
Siempre estamos digitadas
por nuestros ciclos, como la luna.
Pero en materia de pareja,
nos quitamos el sombrero;
“nunca tenemos nada que ver con lo que ha sucedido”
– o casi nunca. Pero no te enojes,
sigue leyendo; es que quiero hablar
con humor y sarcasmo acerca de cual es nuestro papel en las relaciones, para que nos observemos y
a partir de ahí generar una cambio transformador en nuestras vidas.
Porque por tanto mirar lo que los demás hacen,
muchas veces perdemos de foco la actitud personal, los juicios automáticos, las creencias obsoletas, las conductas y la forma particular de reaccionar en cada situación.
Una mirada hacia quienes somos de vez en tanto, es como abrir el armario y airearlo; descubrirás que hay muchas cosas “viejas” que tirar, otras que puedes regalar, y tantísimas más que deberás reacomodar para permitir lugar a nuevas ideas, pensamientos o realidades.
Cuando nos quejamos o criticamos acerca de lo que “los otros o ese infiel nos hace” vemos sólo una parte del evento: la que no nos tiene como protagonista y perdemos mucho aprendizaje en ello. Es muy provecho grabarnos en el subconsciente que “nadie nos hace nada” que somos nosotros quién “nos hacemos”.
Pensarás que el cretino de tu esposo o novio ha sido infiel, y eso acaso no es “hacerte” y realmente observando desde lo que nos une –infidelidades vividas en carne propia– podría contestar “por supuesto, ese ingrato te metió los cuernos, te hizo bambi,” y ahora tú eres el hazme reír de todos, o la “pobrecita traicionada;” pero un momento: ¿tú qué has hecho para que sucediera eso? “Nada”, responderás; o tal vez “entregarte por entera, darle todo de ti”.
Y ahí amiga, está el error: en creer en tu eterna e inmensa bondad; en sostener que nada tienes que ver con los resultados de tu vida. Que los otros son los desconsiderados. Y no lo dudo, puede ser que así sea, pero ojo, tú también lo eres.
Lo eres cuando “das todo de ti”, si lo das todo, dime “¿qué te queda? ¿Con qué vives?
Lo eres cuando “él ha sido infiel y tú te quedas enojada, berrinchuda, sólo para vengarte; y no haces nada diferente para salir de esa relación”.
Lo eres cuando “les enseñas a los demás que tú puedes esperar, quedar a lo último, o que tus ideas no tienen importancia
La calidad de tus relaciones como dice el refrán “comienza por casa, es decir portiy”.
Suelta la escoba que para volar no la necesitas; date el permiso de conocerte y amarte; y salir a la vida a seducirla.