del cielo baja la tristeza Mientras el pasado agoniza en la casa de enfrente
Llueve, Y el agua fatigada se pierde en mis brazos, Sombra que bebe del feto consumido, Crujido imantado en la resaca que me consume.
Llueve, Y con ella el recuerdo devela este cuerpo degollado En la mentira Rostro cicatrizado en la niebla. Quizá sollozo de muerto.
Agua que furiosa recae en mis dedos, despertando aquellos dolores enmascarados en la rosa demente desollado en el abandono
Llueve, y mi ciudad es un absurdo en el poema un cuerpo que es una colilla bostezando en el vacío, aquella conciencia ahorcada en la medianoche niega a sus hijos, sueña una soledad decantada en la meditación de la amargura enardeciendo el adiós de un hastío |