En claustros sombríos herida yace mi alma se extingue la flama que otrora ardía. De entre mis dedos te resbalas, en breve y amargo suspiro iracunda la tierra me llama, en mudos pasos te acercas muerte mía vestida de caricia más que de pena pondrás paz a mi alma deslucida. Podrá el ángel del dolor cubrirle los gastados parpados con sus dedos fríos, podrá cubrirla con gasa bruna, pero no podrá borrarle la memoria pues tu gloria la padecerá en el polvo eterno.