LEÑADOR
Quedó sobre las
hierbas
el leñador cansado,
dormido en el aroma
del pino de su
hachazo.
Tienen sus pies majadas
las hierbas que pisaron.
Le canta
el dorso de oro
y le sueñan las manos.
Veo su umbral de piedra,
su
mujer y su campo.
Las cosas de su amor
caminan su costado;
las otras
que no tuvo
le hacen como más casto,
y el soñoliento duerme
sin
nombre, como un árbol.
El mediodía
punza
lo mismo que venablo.
Con una rama fresca
la cara le repaso.
Se viene de él a mi
su día como un canto
y mi día le doy
como
pino cortado.
Regresando, a la
noche,
por lo ciego del llano,
oigo gritar mujeres
al hombre
retardado;
y cae a mis espaldas
y tengo en cuatro dardos
nombre del
que guardé
con mí sangre y mi hálito.
GABRIELA
MISTRAL