Año ruin y despreciable, cuanto mal me has hecho. Lágrimas rotas, tenebrosa penumbra, daga en el pecho.
Hoy me rindo a tus pies. ¡Oh! Savia muerte. Lapidado en vida, alimenta a los gusanos, mi cuerpo inerte.
He estallado en mil pedazos y cada trozo de mí, me ha repetido mil veces, que no me puedo rendir.
Mas ya siento el frío corroyendo mi piel, como negra noche esculpida a cincel.
Pérfida, mentirosa. ¿Por qué yo? dime, por qué. Qué más da, si no me importa, no hay remedio y no lo sé.
Nadie es más valiente que quien reconoce haber perdido. Ven, que te estoy esperando para reunirme contigo.
Yergo la cabeza y cuadro los hombros, me quito la ropa, para arrojarme solemne, al despiadado mar de la derrota.
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