Era Hermoso Ver
Era hermoso ver como el sol se desposaba de la tierra tímidamente entre las montañas glaucas de la ciudad, fundiendo aquellos rayos naranja hacinados que goteaban el crepúsculo dorado en los ojos extensos de la población, haciendo dormir entre el regazo de la corteza del árbol al jilguero madrugador que canta las penas que abarcan los amantes y la libertad del amor.
Era hermoso ver como el ojo se creaba a través de la luz y la oscuridad, de nimbado oníricas estrellas que flotan en el manto hendido de la noche. Lejos del útero materno, camina por la costilla del amor enredada en los gorjeos danzarines de los pájaros violinistas; lejos de su alcurnia, amanece en una caracola reina de mar en el arco de los cielos, respirando el aire prolongado de los océanos azules. Él, arrodillado en la orilla la espera, sonriente, ardiente de amor.
Era hermoso ver llegar a la primavera con los deseos en el corazón de los enamorados, llevando antifaz y sacudiendo las flores de agua que se despertaban en su enmarañado cabello pelirrojo; hermosa juventud que se desliza por la sangre de su pálido pecho, desbordante y perfumada, rocía de polvos amarillos la brisa alborada y murmura su dulce romanza a los amartelados de la plazoleta. Y ella se irguió en el anidar que titilaban el cantar de los astros.
Autor:
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Daniel Pérez España
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