El sol ha besado esta mañana los cristales cerrados de mi casa. Y sentí que, al hacerlo, besaba también mi alma. Y esa tristeza gris y fría del invierno se alejaba de nosotros sin pausa. Y cual hibisco que se abre a su requiebro, se abrían también nuestras ventanas, para decir, al influjo de su beso, que venga sin tardanzaa visitarlas. Que huérfanas de su luz y su latido, sentíamos crecer el dolor, crecer las ansias. Que solo ella puede cerrar nuestras heridas, que solo ella puede florecer nuevas palabras. Primavera mía, primavera, no aumentes tu tardanza. Mira que siempre te espero en mi ventana. Cierra pues mis viejas llagas con tu beso. Haz reverdecer los vástagos del alma. |