Peto el conejo de Pascuas
Hace
mucho tiempo en Conejín, un pueblito muy pequeño perdido entre las
montañas, vivía el conejo Peto, el menor de una familia de conejos de
Pascua. Durante miles años su familia se había encargado de fabricar y repartir los deliciosos huevos de Pascua. Trabajaban muy duro para que al llegar ese domingo por la mañana todos los chicos del pueblo tengan su huevo. Mientras
Peto era chiquito era el único que no trabajaba en la fábrica, pero
después de un tiempo su mamá le dijo: –Peto, ya tenés la edad suficiente
para empezar a colaborar con nuestra tarea. Este año vas a ayudar a tus
hermanos con los repartos. Cada uno tiene un sector del pueblo donde
tienen que asegurarse de que todos los huevos estén repartidos cuando
desaparece la última estrella y antes de que salga el primer rayo de sol
del domingo.
Varios meses antes empezaron con todos los preparativos, era un momento muy esperado por todos. El
día anterior a la Pascua ya estaban todos los huevitos preparados
envueltos en sus bolsitas. Peto había estado toda la mañana y la tarde
jugando y correteando por ahí. Al llegar el atardecer toda la familia se reunió y dividieron las tareas. Peto tomó su bolsa y comenzó su recorrido. Estaba
tan cansado de juguetear todo el día que pensó que no iba poder llegar a
hacerlo, así que al llegar a la plaza se recostó entre las raíces de un
árbol y se durmió. Cuando se despertó se había hecho muy tarde, ya
era de noche y los pajaritos le habían robado y picoteado la mayoría de
los huevitos. Peto se dio cuenta que no iba a poder cumplir con su
tarea. Se puso muy triste y comenzó a llorar, el no quería decepcionar a
su familia. En la casa más cercana de la plaza unos chicos se
despertaron por su llanto. Salieron por la ventana de su cuarto y ahí lo
vieron al conejito llorando bajo el árbol. Eran dos hermanos, Lily y
Emy. Le preguntaron por qué estaba tan triste y el conejito les contó.
Así que ellos decidieron ayudarlo. Rápidamente prepararon un plan y fueron a la fábrica. Hicieron
tantos huevos como necesitaban y le pusieron caramelos adentro. Lily
comenzó a repartirlos en bicicleta, Emy en patineta y Peto en una
cometa. Así pudieron llegar a todos lados que necesitaban y antes de
que salga el primer rayo de sol todos los huevitos fueron entregados. Peto
estaba cansado y sin dormir, pero muy feliz porque toda su familia lo
felicitó por lo bien que hizo su trabajo. El conejito estaba muy
agradecido con Lily y Emy, sin su ayuda no iba poder cumplir con su
tarea. Así que todos domingos les llevaba un huevito de chocolate en su
ventana, aunque no fuera Pascua.
Para la próxima Pascua le
pusieron un juguete adentro de cada huevo, una excelente idea de Peto y
sus dos amigos, que todos los días jugaban bajo el árbol donde lo
conocieron.
Autor desconocido por mí.
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