Elijo incluso controlar a mis propios enemigos, de manera que lo que hagan o digan no me afecte; es más… he decidido darles vacaciones. Eso de tenerlo todo controlado y en orden, me estaba dando dolores de cabeza. Es tiempo de soltar amarras, de levar anclas y de abandonarme a la Paz. De tanto pelear conmigo se me estaba olvidando qué sabor tiene la sonrisa. Qué bien cuando no controlas a nadie, cuando no exiges que te rindan cuentas, cuando tiras a la basura la carpeta de los rencores. En esta nueva etapa que comienza, no quiero una brújula en blanco, ni siquiera un cuaderno; no tengo donde guardarlo. La mochila la tiré, porque debido al peso me estaba haciendo mucho daño en la espalda; yo no me daba cuenta, pero sin quererlo solo guardaba las cosas más pesadas y que más daño podían hacerme. Ahora se acabó, no pienso guardarme nada que pueda afectarme. Así estoy mejor, caminando erguido y a buen paso. Este año que comienza quiero ser más justo y honesto; la vida no es un tablero de ajedrez, ni las personas caballos o alfiles. Trataré a los demás como me gustaría ser tratado. Quiero y necesito empezar esta etapa con buen pie y seguir así indefinidamente. Si en algo te he dañado o decepcionado, te ofrezco un abrazo, te ofrezco una disculpa. Yo ya me perdoné. ¿Podrías hacerlo tú también? Ven aquí, a este lado de la vida, yo te invito; ven, aquí se está más fresco y se respira mejor. Lo que te digo, es en verdad muy delicado, porque te obliga a caminar sin excusas, sin la posibilidad de echarle la culpa a los demás, pero definitivamente es el camino al cielo. En esta nueva etapa que te propongo, nada es por casualidad, nada pasa por accidente, todo tiene un por qué en el mundo de la voluntad y nos toca asumir la responsabilidad.
Por eso, sea cual fuere la razón por la que estés leyendo estas líneas, estoy seguro que Dios tiene sus motivos y sus razones.
«Soltemos amarras y dejemos alegremente que el aliento de Dios dirija nuestra vida»
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