Mi corazón ha de morir por ti. Mi ilusión se ha quedo sin ti y a empezado a sufrir sin razón.
Nunca me acariciaste como yo lo hice, nunca dejaste que un sueño te elevara más allá de tu conciencia.
Hoy sólo me matas y me olvidas, cambiándome por otros destinos...
Ya no te veo llegar al atardecer, en esa plaza cuando nos besábamos loca y perdidamente congelando todo el tiempo a nuestro alrededor.
Hoy sólo veo las estrellas y que con el desconcierto mis lágrimas forman niebla en la oscuridad, que con el llanto perpetuo el sufrimiento sagrado de mi alma descansa en la eternidad.
Hoy estoy por partir al infinito del olvido. De la nada a lo nunca vivido. De los celos al dolor y de lo perdido por perdido, ¿quién gano?
Pero, ¿Quién ocupará tanto vacío?. Que de las tormentas a mis lágrimas florezcan esperanzas. De las semillas a las flores que alguna vez te regale...
Y ahora, ¿en donde están los sentimientos que guarde en tu cuerpo?, porque hoy me he quedado sin ti, sin tus labios y sin tu sabor...
Jamás han de volver esos momentos que perdimos como locos viajeros por el tiempo. Momentos que ahora son sólo polvo y cenizas para siempre...
Todo tan fugaz que no queda más nada que jugar. Un profundo y negro olvido. Un río que con su fuerza alguna vez pasó por ésta grieta que ahora es mi corazón...
Un sol sin luz y un amanecer sin rocío. Mil espejos rotos y lejanos precipicios que te invitan a caer.
Sé tu vuelo de memoria, águila solitaria que te escapas en el horizonte para no volver jamás...
(Waldo Nazareno Olguin)
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