Mi hija se acercó a mí y me planteó una pregunta interesante:
-Papá, ¿cómo es que las cosas se lían con tanta facilidad?
-¿Qué quieres decir con eso de «liar», cariño?
-Ya sabes, papá, cuando las cosas no son perfectas. Mira como está mi mesa ahora, llena de cosas. Está desordenada. Y, sin embargo, anoche, trabajé duro para que estuviera perfecta. Pero las cosas no permanecen así por mucho tiempo. ¡Se lían con tanta facilidad!
-Muéstrame cómo son las cosas cuando son perfectas- le pedí a mi hija.
Ella respondió moviendo todo lo que había sobre su estantería, colocándolo en posiciones individualmente asignadas. Una vez que hubo terminado, dijo:
-Ahí lo tienes, papá; ahora está todo perfecto. Pero no permanecerá de ese modo.
-¿Y si muevo quince centímetros tu caja de pinturas hacia este lado? –le pregunté- ¿Qué sucede en este caso?
-No papá, ahora ya está liado- contestó ella. De todos modos, la caja tendría que estar recta, y no inclinada como tú la has puesto.
-¿Y si muevo el lápiz desde el lugar donde lo has dejado hasta el siguiente?
-Ahora vuelve a estar desordenado- dijo ella.
-¿Y si el libro estuviera parcialmente abierto? Seguí preguntando.
-¡Éso también estaría desordenado!
-Cariño- dije regresando junto a mi hija-, no es que las cosas se desordenan con facilidad. Lo que sucede es que tú tienes muchas formas de que las cosas se líen, y solamente una para que sean perfectas.