Cautivada. Permaneció en pie cerca de la ventana dormida. Los perfumes de la cómplice noche aún la envolvían. Un sortilegio de emociones que impetuosas surgían, de un furtivo encuentro en alas de una pasión prohibida. Saboreaba la felicidad hasta entonces desconocida, y nunca imaginó que ardientes y rebeldes amores la unirían a un hombre. Juramento de dos cuerpos que se fundían, en un ligamen de sangre donde las palabras no tienen cabida. Desde el comienzo de los tiempos, a toda mujer enamorada la sentía, como una criatura elegida por el amor desventurado; al no poder desear, amar, por la voluntad del alma. Encarcelada mariposa en el oscuro invierno de un enlace no anhelado. Ella misma había condenado sin saber que estaba equivocada, y aquel acto que creyó justo, le pareció de su vida el único pecado |