“Se os ha cargado con la idea de la responsabilidad,
que sois responsables para con vuestros padres,
que sois responsables para con vuestra esposa o esposo,
que sois responsables con vuestros niños, responsables
para con vuestros vecinos, de que eres responsable
para con la sociedad, que eres responsable para con la nación.
Parece ser que solamente estás aquí para ser responsable
para con todo el mundo, excepto contigo mismo.
Es una situación extraña… Nunca deberías hacer nada por deber.
Haz algo porque lo amas, o no lo hagas.
Entiende claramente que tu vida tiene que
ser una vida de amor, y responder desde este amor es
a lo que yo llamo responsabilidad…
Si amas, serás capaz de responder;
no es una carga. El deber es una carga. De nuevo recuerdo a mi abuelo…
A él le encantaba que alguien le masajeara los pies antes
de irse a dormir, pero todo el mundo se escapaba.
Cuando empezaba a hacerse la cama,
todo el mundo se iba lo más lejos posible para
que no le escogiera; pero yo solía acercarme a él sobre esa hora. “Qué extraño -comentó él-, siempre que empiezo a
hacer la cama, todo el mundo desaparece.
Hace sólo un momento todo el mundo estaba aquí,
y una vez que me he ido a dormir,
aunque puede que todavía esté despierto,
con los ojos cerrados, todos vuelven”. “Nadie quiere darte el masaje en los pies
-respondí yo-. En lo que a mí concierne, no es mi deber.
Ellos piensan que es su deber, que una vez que se lo pides,
es su deber hacerte el masaje.
Pero yo no lo considero mi deber.
Si yo no quiero darte el masaje, te lo diré”.
Y se lo puse bien claro: “Te masajearé sólo mientras me apetezca”. Yo creé con él un lenguaje simbólico, codificado.
Cuando empezaba a sentir que era tiempo
de parar, yo decía: “Coma”. “¿Qué?, ¡es muy pronto!” -solía decir él. “Te he dado el primer aviso -le decía yo-; pronto
vendrá el punto y coma y después el punto y aparte”.
Y cuando decía punto y aparte, se acababa.
Yo le masajeaba por amor, no por deber. Toda la gente que pensaba que era su deber, desaparecía.
Y él lo entendió y me dijo: “Me lo has hecho ver muy claro.
Nunca había visto tan claramente
que hay una enorme diferencia entre el deber y el amor”. Había una vez un santo hindú en África.
Vino a la India en peregrinaje, a los Himalayas,
particularmente a los sagrados templos hindúes
de Badrinath y Kedarnath.
Estos son lugares muy difíciles de alcanzar…
Mucha gente simplemente no volvía; se llegaba
a través de pequeños senderos al borde de
precipicios de 3,000 m. de profundidad,
con nieves perpetuas.
Tan sólo un pequeño resbalón y todo habría acabado…
El sannyasin hindú iba cansado, aún llevando muy poco equipaje… Delante de él vio a una niña, que no tendría
más de diez años, cargando a un niño, muy gordito,
sobre sus hombros. Ella iba sudando, respirando
pesadamente, y cuando el sannyasin pasó a su lado le dijo:
“Hija mía, debes de estar muy cansada. Llevas mucho peso sobre ti”. La niña se enfadó y le dijo:
“Tú eres el que lleva peso. Esto no es un peso, esto es mi hermanito”… Era verdad que había una diferencia…
La niña tenía razón:
“Tú eres el que lleva el peso, no yo. Este es mi hermanito y yo le amo”. El amor puede cancelar la gravedad, el amor puede
anular cualquier peso. Cualquier respuesta que surja
del amor será hermosa. Sin amor, la responsabilidad
es fea y simplemente muestra que tienes mente de esclavo”.
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