Por una noche rridícula
de beberaje y jolgorio
fui a parar a un sanatorio
deshecho de la vesícula.
Con el carnét y la matrícula
de socio en plena vigencia,
me presenté en la gerencia
portería o recepción,
reclamando la atención
del médico de emergencia.
Pero como la emergencia
estaba llena de gente,
tuve que ser paciente
con muchísima paciencia.
Me atendieron con urgencia
tras dos horas de espera,
una preciosa enfermera
de rostro joven y calmo,
y un médico joven y pálido
con cara de calavera.
Y este interrogatorio
preguntó para empezar:
“¿Paciente o particular
o socio del sanatorio?”
“¡Socio!” Contesté. “Es notorio”
dijo en tono antipático,
“que no hay que ser catedrático
para advertir enseguida,
que un exceso de comida
produjo un cólico hepático.”
Luego con aire estrambólico
suficiente y altanero,
me hizo colocar un suero
con calmante y antibiótico.
Pero el motivo caótico,
o sea el de la taquicardia,
fue cuando a mi retaguardia
comentó: “La cosa es fea,
voy a pedir que lo vea
el cirujano de guardia.”
Al casi un litro de suero,
me examinó un veterano
con dedos de cirujano
y ropas de carnicero.
Me palpó con mucho esmero,
y me dijo sin dudar:
“Su vesícula biliar
parece ser la de un mulo,
y si hay cálculos, calculo
que lo tendrán que operar.”
Pidió que una ecografía
se me hiciera de inmediato,
para saber en un rato
si era lo que presumía.
Pero no obtuvo ese día
las informaciones bases,
ya que entre otras varias frases
decía el estudio informante:
“No se ve, por abundante
acumulación de gases.”
Pero al fin vino la acción
de cierto medicamento,
me hizo soplar fuerte viento
y disipó la tormenta,
como un globo que revienta
me salió un pedo infernal,
y el doctor de la mutual
con un tremendo barbijo,
como si fuese abanico
revoleaba el delantal.
Dijo, cuando comprobó
que el caso no era tan fiero:
“No habiendo cálculos creo
que mi cálculo falló,
porque le juro que yo
me convencí de primera,
ya que de alguna manera
los síntomas lo decían,
que en su vesícula había
más piedras que en una cantera.
Pero por fortuna esto es
tan solo una inflamación,
producida por la acción
de la angurria y la avidez.
Tendrá que pasarse un mes
tomando medicamentos.
Cuidado los alimentos
y los líquidos que beba,
para eso su esposa lleva
dietas y asesoramientos.”
Y abandoné el sanatorio
del brazo de mi señora,
con la receta asesora
y con cara de velorio.
Porque era claro y notorio
que por culpa de aquel daño,
parecía un mal tamaño
tener que volver a casa,
a festejar con mordaza
las fiestas de fin de año.