Habremos aprendido a vivir el día
en que tengamos un corazón agradecido a Dios
por todo cuanto nos sucede.
Incluso agradezcamos las lágrimas que derramamos,
pues en ellas está la enseñanza que nos hace fuertes.
Las malas experiencias nos motivaron a crecer fuertes,
ayudándonos a saber decir adiós a las personas que amamos,
en ocasiones incluso hemos tenido que decir un adiós
para siempre a personas que ya nunca más podrán estar entre nosotros.
Decir adiós nos rompió el corazón en mil pedazos,
experiencia dolorosa que jamás podremos olvidar…
La vida nos ha dado razones para llorar,
pero somos fuertes, y seguimos adelante.