Cuando las cosas te salen mal, es fácil que pienses:
«Jesús, ¿dónde estás cuando te necesito?»,
y que te parezca que Dios te ha fallado.
En esos momentos tu fe es puesta a prueba.
Si en vez de seguir confiando te dejas arrastrar por las dudas,
limitas la capacidad de que Dios te ayude.
Puedes caer en un círculo vicioso; sin embargo,
hay personas que conservan una actitud positiva
en cualquier circunstancia.
¿Cómo hacen para tomarse con tanta serenidad
una desilusión y hasta una catástrofe?
Es porque tienen gran fe en el amor de Dios.
Así cuando las cosas parecen mal,
tan sólo estamos a una oración de distancia de nuestro Padre.