Era bella, extremadamente hermosa, sus manos acariciaron mi espalda, eran suaves y frescas como el agua de una cascada, y su sonrisa como una prensa primorosa.
La besé, y la sentí mía, sentí como de pasión se perdía entre mis brazos, como mis manos la desnudaban paso a paso, mientras por sus venas la sangre rápido corría.
Y ya su cuerpo totalmente desnudo, resplandeciente como una noche estrellada, o un amanecer con alborada, fue más de lo que mi mente imaginar pudo.
Hicimos el amor con loco frenesí, bebí del néctar salado que de sus poros brotaban, me embriagué de sus gemidos que me excitaban, y me dijo que todo su amor era para mí.
Sus labios como mariposas volaban por mi cuerpo, me besaban y emanaban todos sus sentimientos, se unieron a los míos que de ella estaban sedientos, nos amamos y la sentí mía fuera del tiempo.
La sentí mía fuera del mundo y del espacio, donde no existen límites para amarse, donde se siente el amor tan sólo al tocarse, y donde se puede amar despacio.
Desconozco el autor
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