Y de repente llega el día, el mágico instante en el que
nos reconocemos y nos damos la oportunidad de expresarnos
en toda la intensidad de nuestro ser, en el máximo nivel de
frecuencia en el que somos capaces de vivir, liberándonos
del miedo.
Entonces somos libres de nuevo para seguir caminando en
la dirección que hemos elegido de acuerdo a nuestros propios
valores reales, dejando atrás la pereza y la mediocridad, el odio,
la autocompasión y toda clase de penas.
Y en ese mismo momento sentimos como la vida recorre
nuestras venas, escuchamos el alegre canto de nuestro corazón
y una sonrisa florece en nuestro rostro.
D/A