PENAS
Cuando tenemos las penas encima,
es difícil encontrar alivio en algo,
las palabras pierden su significado
y los gestos amistosos su intención.
Nuestro dolor es tan grande y profundo,
que estamos sumergidos en un mar
de estupor y conmiseración.
Ni nuestro Dios, parece tener la
respuesta a nuestra desolación,
menos, la cura maravillosa e
instantánea del olvido completo.
Nuestras lagrimas son nuestro único alivio,
el dique que contenía nuestra autosuficiencia
y seguridad, se rompe para dar salida a
todos nuestros sentimientos acumulados.
Sentimientos tan encontrados y opuestos
como la ira, el dolor, la incomprensión ,
los remordimientos, la rebeldía, aunque
también aparecen , la esperanza, la fe,
la comprensión, y paulatinamente
la resignación.
Esa es la playa a la que hay buscar,
cuando estemos inmersos en
nuestro mar personal de dolor,
para no morir por las penas.
Ahí emergeremos limpios y mas sabios,
ese encuentro con nuestros momentos
íntimos, nos dan la verdadera dimensión
de lo que somos.
Por eso el encuentro entre nosotros
y nuestro dolor, es tan indiferente a
las palabras y gestos exteriores, lo
único que alivia es la compañía
de nuestra fé , a que este momento
pasará, igual que todos los
anteriores.
Solo que emergeremos mas fuertes,
mas sabios, mas creyentes en nuestras
capacidades o en nuestro Dios.
No es un momento de Cobardía
y de miedo a las penas, solo
es el preámbulo a la Entereza.
Autor
Sergio Pérez C
Ensenada b.c.