DE LAS PRUEBAS SALEN PERLAS.....
Una ostra del fondo del mar abrió su concha de par en par para dejar entrar el agua refrescante.
Mientras pasaba el agua, las branquias recogían alimento y lo enviaban al estómago.
De pronto, pasó por allí un inmenso pez, y de un coletazo levantó una nube de arena.
¡Arena!
¡Qué poca gracia le hacía la arena a la ostra! Era tan áspera que le
amargaba la vida y le producía gran incomodidad. ¡Qué mal lo pasaba cada
vez que entraba un poco de arena en su interior!
La ostra se
apresuró a cerrar la concha de golpe, pero ya era tarde. Un molesto
granito de arena había logrado introducirse entre su cuerpo y la concha.
¡Cómo fastidiaba a la ostra aquel granito de arena!
Pero
casi al instante, unas glándulas con las que Dios la había dotado se
activaron y comenzaron a envolver el incómodo granito de arena con una
sustancia preciosa, suave, anacarada.
Año tras año, la ostra añadía
más capas de aquella sustancia al granito de arena, hasta que terminó
produciendo una hermosa perla reluciente, de gran valor.
A veces nuestros problemas y defectos son en cierta forma como ese granito de arena.
Nos irritan y no nos explicamos por qué los tenemos y por qué nos producen tanta molestia e incomodidad.
Sin
embargo, si permitimos que Dios obre en nuestra vida, Su gracia
comienza a obrar milagros con nuestros problemas y flaquezas.
Nos
volvemos más humildes, más sumisos, oramos con más fervor, estrechamos
nuestra relación con el Señor, obramos con más acierto y aprendemos a
hacer frente a las contrariedades con mayor eficacia.
Dios escribe
derecho con renglones torcidos, y no tarda en transformar los toscos
granos de arena que nos trae la vida en valiosas perlas de entereza, que
llegan a ser fuente de esperanza y contribuyen a levantar el ánimo de
muchas otras personas.
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