NOCHE BLANCA
Para aquellos que, obligados, se fueron del país y nunca regresaron.
Sobre la hoja turbia del exilio garabateó las letras de algún nombre y escribió con recuerdos oprimidos los últimos adioses algo torpes.
Hubo signos de furia por sus venas y huellas carcomidas en su rostro. Se pertrechó con restos de bandera y abrió los brazos como en cruz de roble.
Postergó su mañana entre los claustros de ese lugar plagado de otras risas; se buscó entre las aguas del espejo para no hallarse más desde aquel día.
Con la mirada seca de nostalgias absorbió el aguijón de su destino y salió a reinventarse en otras calles
derrotando al dolor, con el suicidio.
Teresa Palazzo Conti
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