No sé de qué hablan las palabras ajenas... Yo te vislumbro de la nada con tu fervor entrante tras una equilibrada partitura de antiguas penas. En el apogeo de la mirada comencé a adorarte como un atril de sinfonía y estandarte. Con suprema entidad nutrida te anclas en el cielo y amaneces con el fulgor de una mañana luciente en tu velo.
En tu inefable vuelo de paloma bajo abiertos soles dejas en mi oído apelmazadas palabras de rumores, los ojos celosos de la noche te ven con codicia mientras escribo mi simple dialéctica sobre tus hombros de llaves... Así entraste con tus manojos de bordes, como una salvaje rosa abierta en mis desvelos.
Mi abismo de carne tropezó tu camino de precipicio seguro, con tus curvas de vuelo ibas construyendo mi efímero destino como costumbre de diáfanas pupilas... Ya eras raíz de lumen en mi frente Necesidad de hambre, inmortalizaste mis manos en coágulos de amante sangre y opimas espigas.
Desconozco el autor
|