El tiempo astrológico del mar
y la zapa cavadora
de los místicos secretos ocultos bajo la tierra,
acumularon la bandera
de cuando errábamos
entre la ocre frontera del abandono
y el tiempo lila de las estrellas reflejadas.
Hasta que hallamos el espacio del amor,
lo ocultamos bajo las arrugas de la colcha
y la noche soltó lágrimas por sus ojos de celo
Las sabias lenguas de las novas
prometieron más días azules para nosotros.
Adelantó el reloj su primavera
con el verde racimo palpitando en nuestras manos,
al calor hilado en los muslos de desvelo.
En la hora eterna del amor y su fruto
la flor del racimo chorreó silenciosa
una plegaria de alto techo.
El verano dio su palabra de florecer los prados
y la diosa de los caballos
soltar el relincho en la pradera
hasta nuestros oídos melódicos,
en los dedos de urdimbre tejidos,
en nuestro amor de herradura clavado
y detrás de las blancas campanas
el fuego inició soberano su dominio
cuando goteamos transfusiones de húmedos labios.
En el charco nos embebimos
en rones flamantes,
saboreando nuestros volcánicos trópicos
con los paladares de implosivo continente.
De 30 poemas de amor
Ricardo Álvarez
Argentina