A mi amada esposa: ¿Qué es el cielo, sino inmensidad? ¿Qué es la eternidad, sino dicha sin igual? Así me siento cuando descanso a tu lado. Como viajero lejano que se sienta cansado. Así me siento cuando me miras sin pestañear en un duelo pueril que, sin duda, has de ganar. Así se extravían mis pensamientos Cuando siento tú piel tibia limpiando mi sudor. Soy una brasa moribunda que no quiere perder su don.
En la noche calma todo es quietud y paz y las sombras nos cobijan además. Un silbido casi audible, como un arrullo lejano, me parece tu respiración. Como música serena que escapa del cielo al volver un pecador. Somos dos naves en medio de un apacible mar iluminados por la luna después de una tempestad.
Sé muy bien que viene presta la brisa matinal murmurando quedamente que también existe el mal. Más silente, abres los ojos y me hablas sin hablar. Comprendiendo yo, me calmo y te vuelvo a abrazar.
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