Tú nunca podrás saber lo que te quiero porque descansas lejos y estás dormida. Yo te escondo mi lágrima, perseguida por una voz de hiriente acero.
Amor que excita igual carne y lucero atraviesa ya vuestro dulce corazón dolido, y los turbios recuerdos os han mordido vuestras alas hechas de un espíritu severo.
Grupos de dolores acampan en los jardines Para ver el encuentro de tu cuerpo y mi agonía Entre el viento de más de mil huracanes.
Pero sigues dormida, vida mía. Oirás mi réquiem tocado en los violines. ¡Mirad que aún falta mucho todavía!
Es el momento de sacarlos del olvido, de desempolvar sus tradiciones, de contar una vez más sus leyendas.
Aprenderemos a conocerlos un poco mejor y, por tanto, a amarlos, a respetarlos y a temerlos.
Desconozco el autor
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