Piropos… los hay de todo tipo, graciosos, simpáticos, groseros y de los que te hacen sentir bella y especial.
Algunas estamos preparadas para contestar, a otras nos pillan de sorpresa y salimos huyendo… otras incluso soñamos con recibir algún piropo algún día.
Los piropos…
Todas hemos recibido o escuchado alguna vez piropos en la calle, pensando en ello me puse a investigar porqué a los piropos se llaman piropos en lugar de “palabras dichas al pasar”, “palabrotas necias”, “reconocimiento de belleza”, “expresión de alegría”, “torpeza masculina” y demás.
Busqué y encontré que el origen de la palabra proviene del griego “pyropus” que significa “rojo fuego”, la historia cuenta que los romanos utilizaron esta palabra para referirse a las piedras finas de color rojo como el rubí.
El rubí entre los amores romanos era la piedra que significaba “corazón,” la que el amante (adinerado) obsequiaba a la novia en señal de entrega afectiva.
Los que no tenían “con qué” acceder a tal significante acto, “usaban” palabras bellas y emotivas como metáfora de aquella entrega.
A partir del siglo XVII comenzaron a usarse como actualmente se conoce, es decir como “una forma de llamar la atención de una mujer o una forma de expresar lo que despierta la belleza de esa mujer que pasa”, y se utilizaron en poesías y relatos. En la época del amor cortes, período de las cortes medievales, los juglares a través de sus poesías confesaban el amor platónico que sentían por la reina de la corte delante de todos los presentes como símbolo de la admiración de los valores sublimes que esa fémina despertaba en su andar.
Los piropos son como alarmas que van marcando nuestro paso por la vida. Si bien, existen esos “piropetes” que son una insolentes agrupación de groserías, esas que una se queda pensando“¿Qué pretenderá con eso este tipo? ¿Creerá que con esa cochinada que acaba de decir puede conseguir mi número de teléfono? ¿Será que tan poca autoestima tiene que necesita denigrarme delante de sus compañeros para sentirse bien consigo mismo? ¿Dirá esas cosas porque sabe que no tiene posibilidades conmigo y así entonces descarga su frustración?”
Tal vez nada de esto te preguntes, y cuando te dicen de esas cosas que mejor nos olvidamos, tu alarma biológica lo primero que hace es “caminar más rápido, y responder en forma automática (por dentro o por fuera) una serie de “piropetes” de igual calibre.
Pero es bien sabido por nuestra experiencia que cuando salimos y alguien nos piropea en forma agradable, nuestro yo vanidoso nos palmea y se siente orgullosa de despabilar “inocentes”, esas palabras mágicas son fórmulas que hablan de que seguimos siendo deseadas por los demás, y que pese a la edad que tengamos, no estamos viejas.
Sociológicamente la vejez se relaciona con el hecho de dejar de ser deseado para los demás. Cuando no encendemos esa llama de curiosidad, de éxtasis, de seducción, podríamos decir que “envejecimos”.
Eso dicen los estudiosos, es el tema más crucial de la vejez, el dejar de ser “interesante” para los ojos ajenos.
Por eso un buen piropo puede convertirse en el punto de partida de un buen día, o la motivación extra para seguir haciendo ejercicio o dieta, o el motor para reconfortarnos con nosotras mismas. Si bien todas sabemos que la mirada más importante es la propia, no seamos necias; una palabra de aliento siempre es reveladora de posibilidades.
Así que cuando alguien te piropee con respeto, sonríele en agradecimiento, tu respuesta será para ese otro un piropo también.
Y recuerda que cuando teníamos 18 años y alguien nos decía algo, nos mordíamos los labios y las mejillas se nos ponían coloradas. A los 25 años los mirábamos con desdén y mofábamos. A los 35 años sonreímos agradecidas. Y a los 40 años, llamamos por teléfono a nuestros amigos y familiares para que estén de testigos y les pedimos que nos lo repitan, una y otra vez o lo filmamos con el celular.
Sociológicamente la vejez se relaciona con el hecho de dejar de ser deseado para los demás.Cuando no encendemos esa llama de curiosidad, de éxtasis, de seducción, podríamos decir que “envejecimos”.
Eso dicen los estudiosos, es el tema más crucial de la vejez, el dejar de ser “interesante” para los ojos ajenos.
Por eso un buen piropo puede convertirse en el punto de partida de un buen día, o la motivación extra para seguir haciendo ejercicio o dieta, o el motor para reconfortarnos con nosotras mismas. Si bien todas sabemos que la mirada más importante es la propia, no seamos necias; una palabra de aliento siempre es reveladora de posibilidades.
Así que cuando alguien te piropee con respeto, sonríele en agradecimiento, tu respuesta será para ese otro un piropo también.