Mensaje de la Semana
Orar es hablar con el alma, es pronunciar palabras con el sentimiento en la voz, es cantar una canción, es pedir con fervor. Orar es la manera que tenemos los seres humanos de concentrar nuestros pensamientos impulsados desde la emoción formando cadenas de sonidos para que se proyecten desde nuestro interior.
Podemos orar de agradecimiento, de tristeza o dolor, en silencio o en alta voz, porque de todas formas estamos llamando a la puerta de Dios. Orar es una forma, de las tantas que tenemos, de llegar al espíritu, a los ángeles y que se unan a nuestra petición.
Cuando oramos debemos evitar otros pensamientos que no sean aquellos a los que remite nuestra intención, primero con la mente en blanco, con los ojos entornados y fijando un punto en nuestro corazón, empezamos con voz serena y quedamente, como emitiendo un susurro, despacio, hablando con Dios.
Muchas veces en la vida necesitamos ese espacio de soledad y recogimiento interno. El mundo con sus sociedades y sus voces por todas partes inundan nuestros sentidos y no nos damos cuenta del momento en que podemos estar a solas, para encontrarnos con nuestros recuerdos, con nuestras fantasías, con esos momentos de paz interior. Y orar es darse tiempo en la vida para acomodar las raíces de nuestras fuerzas, porque conecta con la vida misma en su infinita base mayor, la misma que une a todos los seres desde las estrellas hasta la vida invisible pasando por todo lo conocido y todo lo que todavía no hemos llegado a conocer.
Renueva tu alma entonces, date tiempo para decir una oración, conecta tu alma a la sintonía del único canal de Dios. Es el mismo que conduce todos los tiempos y todas las vidas, desde el ancestro desaparecido hasta el ángel que vendrá, porque está presente en tu voz, en tu pensamiento y en tu corazón. Dale a la llave del motor que impulsa tus sueños, gírala despacio, comienza con una oración.
© Miguel Ángel Arcel