¡No me maltrates!
"Llega tarde, borracho y me golpea", es una de las expresiones que se presentan en la consulta. Contexto que no es fácil de resolver ya que tiene implicaciones sociales, económicas, además de las psicológicas.
Usualmente, la persona que maltrata a su pareja, generalmente hombre, tiene un historial a su vez de maltrato infantil y de insatisfacciones personales, laborales, familiares y en sus relaciones con la pareja.
Cuando producto del alcohol, la corteza cerebral se adormece y el individuo se desinhibe, todos esos fantasmas afloran y, en medio de su rabia y frustraciones, buscará desquitarse con la persona más cercana y débil emocional y físicamente. Este atropello puede suceder aunque se sea alcohólico o no. Sacar a esta persona de su patológica conducta, requerirá ayuda profesional tanto para tratar el alcoholismo, como para controlar la ira y su comportamiento abusivo.
Por su parte, la pareja agredida, usualmente mujer, se siente además de física y verbalmente atropellada, lastimada corporal y emocionalmente y con la autoestima por el suelo, no sabe que hacer, se desespera y usualmente se encuentra atrapada dada la carencia económica que le impone soportar semejante sufrimiento.
Después de la tormenta, vienen las disculpas y los perdones, además del sentimiento de culpa por parte de ambos, del agresor por el daño causado y de la persona lastimada que empieza a dudar de si misma y a sentirse culpable. Se dan casos en la que la victima llega a convencerse que es su culpa por la paliza recibida, lo cual en ningún caso es cierto.
El dilema radica en que esta situación, una vez que comienza, se instala un círculo vicioso que será difícil de romper sin la ayuda profesional y la voluntad de ambos. El punto de partida es que se reconozca que no es suficiente pedir perdón o decirle a la pareja te amo, después de la acometida, ya que lo primordial es el compromiso de no hacerle daño al otro. Una vez establecida esta obligación en la relación de la pareja, habrá que trabajar juntos los otros elementos como el manejo de las frustraciones, de la ira, de la culpa y de la autoestima de uno y del otro.
Se debe aceptar que en la vida existen problemas y que lo substancial es solucionarlos. Que las lamentaciones y culpabilizar a los demás no conduce a nada. Los dos deben ser compañeros y darse fuerzas mutuamente para ser cada día mejores.