Una mujer enviuda y recibe una jugosa herencia de cincuenta millones de dólares. De inmediato decide cumplir su sueño de dar la vuelta al mundo en yate.
Viaja a Dakar, adquiere un barco y contrata a un morocho africano de enorme contextura física como marinero. Hace los preparativos e inicia el viaje por el Atlántico.
Ya en la primera noche una cosa lleva a la otra, y el marinero y la mujer se trenzan en un apasionado amor. La cuidadosa mujer se había hecho de una cantidad de profilácticos.
En medio de la pasión, abre la mesa de luz, saca uno y se lo da a su pareja.
El marinero lo toma y trata de acomodárselo en la cabeza. La mujer, con voz suave, le dice:
-No, querido. Ahí no se pone eso.
El marinero le responde:
-Sí, ya sé. Sólo lo estoy aflojando.
|